miércoles, 7 de octubre de 2009

Georgia O'Keefe y su Chow

Georgia O'Keefe and Chow Greeting Card - blank inside

viernes, 21 de agosto de 2009

Historias de perros

Perro de cera

Se cuenta que cerca de Uxmal, en Yucatán, hay montículos que tienen vida. Uno de ellos se llama Mulitkak, donde está encerrado un “perro de cera”. Dicen que antes había muy pocos perros. La gente anhelaba poseer uno porque daba seguridad en los lugares que inspiraban temor. Hasta la calavera de un perro alejaba a los malignos. Mientras labraba su milpa cerca del cerro Mulitkak, un campesino de nombre X-Batlis Chan encontró un enjambre de abejas del que cogió la miel y con la cera hizo un perrito para que le acompañara. Un día, este milpero se cortó la mano y puso una gota de sangre en el hocico del animalito y vio que la tragaba. Desde entonces, todas las noches se hería la mano para darle de su sangre al can. El perro empezó a crecer y salir por las noches. También comenzó a ladrar. Todas las mañanas dejaba un venado a la puerta de la casa de su amo. Cuando creció más, el perro devoraba por su parte un venado todos los días. Al escasear los venados el perro comenzó a devorar a los milperos. Al observarlo X-Batlis Chan gritó a sus compañeros: “¡Huyamos o seremos aniquilados!” Salieron todos corriendo y el animal aullaba cerca de ellos diciendo: “Espérenme, ¿por qué corre X-Batlis Chan de su propia sangre? ¿No me la dio él noche tras noche?” En el camino hallaron a un viejo, a quien le dijeron: “¡Ay, papito!, corre con nosotros porque nos persigue el maligno”. Pero el anciano respondió a X-Batlis Chan: “Hijo del diablo, ¿por qué huyes de tu compañero, hijo del diablo también? Hoy eres responsable de la muerte de los que fueron devorados. Detente y mira cómo atrapo a este compañero del maligno”. El viejo se arrancó nueve pelos de su cabeza y con ellos formó un lazo, y lo puso como trampa. Apareció el perro de cera, metió su cabeza en la cuerda y quedó lazado. Por orden del anciano, X-Batlis Chan desató al can y lo llevó al cerro Mulitkak; allí quedaron aprisionados el perro de cera y X-Batlis Chan. Como muchas narraciones míticas, esta termina con una moraleja: “Ahora, como antes, el hombre debe cuidarse, porque puede ser devorado por su propia perversidad”. (En: Chilam Balam de Chumayel. Madrid, 2002). Casi 200 años de historia han sido olvidados por los compatriotas. El País, un diario de la “ibérica audacia”, transformada en la “Madre Patria” para centenares de miles de ecuatorianos que han elegido una mejor opción, ha condenado la “conducta confrontativa” de nuestros gobernantes que no han dudado en sacar el conflicto a las calles, para demoler, a fuerza de palos, lo que aún queda de las instituciones del Estado. Nuestra historia está llena de episodios violentos, que han terminado, como en el cuento ‘El perro de cera’, con la perversión aniquilada por su propia perversidad.

lunes, 17 de agosto de 2009

Hashiko

Hachiko.

hachiko

Hachiko nació en Noviembre de 1923 en la prefectura de Odate, provincia de Akita, al norte de Japón. Era un perro de raza Akita, macho y de un intenso color blanco.

La suerte iluminó a Hachiko cuando a los 2 meses de edad fue enviado a la casa del profesor del departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio Dr. Eisaburo Ueno. El profesor lo llevó a su hogar situado cerca de la estación Shibuya, y allí demostró ser un bondadoso y amable dueño. El perro por su parte lo adoraba.

Desde luego, Hachiko no podía acompañar a su amo hasta la universidad. Pero lo que sí hacía era dejar la casa todas las mañanas con el profesor y caminaba junto a él hasta la estación Shibuya.

El perro observaba como su dueño compraba el boleto y luego desaparecía entre la multitud que abordaba el tren. Más tarde, Hachiko acostumbraba sentarse en la pequeña plaza y esperaba allí a su dueño quien regresaba de su trabajo por la tarde.

Esto sucedía todos los días. Así es como la imagen del profesor con su perro se volvió familiar en la estación Shibuya, y la historia de la lealtad de este animal se diseminó por los alrededores con mucha facilidad. Las personas que transitaban por Shibuya siempre comentaban este hecho.

Una tragedia irrumpió la tarde del 21 de mayo de 1925. La salud de profesor no era muy buena en esos días y repentinamente sufrió una ataque cardíaco en la universidad. Él falleció antes de poder regresar a casa. En Shibuya, el perro esperaba enfrente de la estación.

Muy pronto las noticias sobre la repentina muerte del profesor alcanzaron Shibuya. Inmediatamente muchas personas pensaron en el pobre perro que lo había acompañado todos los días. Varios tuvieron la misma actitud y fueron a la pequeña plaza para convencer al perro de que volviera a su hogar, como si él pudiera comprenderlos.

estatua Hachiko

A la mañana siguiente Hachiko fue visto enfrente de la estación, esperando a su amo. Aguardó todo el día en vano. Al día siguiente estaba allí nuevamente y así sucedía día tras día. Los días se volvieron semanas, las semanas meses, los meses años y aún así, el perro iba cada mañana a la estación, espera el día entero y al llegar la hora de regreso de su amo, buscaba entre todos esos rostros extraños a áquel que amaba. No tenía en cuenta las condiciones climáticas, lluvia, sol, viento y nieve no impedían su diario peregrinar al encuentro de su amo, la lealtad hacia su amigo humano nunca pereció.

La lealtad demostrada por Hachiko tuvo un extraordinario efecto entre los japoneses pobladores de Shibuya. Él se transformó en un héroe, la figura más amada del área. Los viajantes que se ausentaban por un largo período siempre preguntaban por él a su regreso.

En el mes de abril de 1934 los bondadosos habitantes de Shibuya contrataron a Teru ( Shou) Ando, un famoso escultor japonés, para que realizara una estatua en honor su amigo Hachiko. El escultor estuvo encantado de realizar ese trabajo y la estatua de bronce fue colocada enfrente de la estación, donde solía esperar Hachiko.

Casi un año más tarde, el 7 de marzo de 1935 Hachiko falleció al pie de su propia estatua debido a su edad, pero eso no impidió que su historia y la estatua de Teru Ando se hicieran famosas por todo Japón.

Durante la guerra todas las estatuas fueron fundidas para la elaboración de armamento, la de Hachiko no escapó de esa suerte y lamentablemente el escultor fue asesinado. Pero los pobladores de Shibuya continuaban recordando a Hachiko y su mensaje de lealtad. Así fue como decidieron formar una Sociedad para el reemplazo de la estatua de Hachiko, y dicha sociedad contrató al hijo de Teru Ando, Takeshi Ando, quién también era un excelente escultor.

Hoy en día, la exquisita estatua de Hachiko permanece en el medio de la plaza enfrente de la estación Shibuya. Podemos encontrar alrededor de ella fuentes, puestos de diarios y revistas y personas sonrientes contándoles la historia de Hachiko a los pequeño o los no tanto.

El 8 de abril de cada año se conmemora a Hachiko en la plaza frente a la estación de trenes de Shibuya.

Los restos de Chuken Hachiko (en japonés el leal perro Hachiko) descansan junto a los de su amo el Dr. Eusaburo Ueno. En una esquina de la sepultura de su dueño en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku, Tokio.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Chiquito

José E. Bordón Para LA NACION

SANTA FE.- Chiquito, el único perro preso en la Argentina, por una causa que instruyó la justicia local por "lesiones leves culposas" hace seis años, murió en el destacamento La Orilla, de Esperanza, donde se encontraba "detenido" aguardando la condena o la absolución. Nunca se sabrá si debió ser condenado, con lo cual hubiese sido factible su sacrificio, o sometido a un régimen carcelario durísimo, como prevé la ley.

Chiquito era mestizo, según explicó la médica veterinaria Mónica Campini, convocada por la policía para extender la certificación médica correspondiente al momento del deceso del animal, documento que se agregará a la causa. Nunca nadie se presentó para pedir su tenencia, por lo que se presume que era un perro de la calle.

El animal se encontraba alojado en las instalaciones de la dependencia policial, a disposición del Juzgado Correccional de la Sexta Nominación de la ciudad de Santa Fe, desde el 9 de enero de 2003. Días antes, en la localidad de San Carlos Centro, había mordido y lesionado a un hombre, que lo denunció, y la causa pasó a instancia judicial, de donde partió la orden de detención para el perro.

El magistrado, José Luis Giavedonni, entendió que debía enviarlo a una comisaría lejos de la casa del denunciante y, por eso, fue destinado al destacamento esperancino, atado a un palo, con collar y cadena.

A pesar de todo el tiempo transcurrido, la justicia santafecina quizá se olvidó de Chiquito, un perro con 18 años de vida y vagabundo, como tantos que existen en todos los pueblos. Después del fallecimiento del animal, la policía sancarlina recordó que, en 2003, había encarado negociaciones para que la protectora de animales tomara cartas en el asunto pero, como se trataba de un can con personalidad violenta, acabó bajo la custodia de la Sección Perros del departamento de Las Colonias.

El "chico mimado"

Con el traslado de esa dependencia, el imputado se quedó sin compañeros, pero pasó a ser "el chico mimado del calabozo", mientras aguardaba la orden judicial que le devolviera la libertad.

Chiquito había llegado al destacamento policial La Orilla "en carácter de secuestro". Con los años, se convirtió en la mascota del destacamento y fuentes allegadas a la causa judicial llegaron a decir que "para los agentes era un miembro de la familia policial".

La amistad con los uniformados le permitió ganar algunas concesiones a su régimen de encierro, e incluso hubo vecinos que lo recordaron visitando a alguna novia durante sus "salidas transitorias". Lo cierto es que Chiquito cumplía a rajatabla con la decisión del juez y regresaba a su celda, donde lo esperaban un suculento tazón con alimento balanceado o las sobras de la comida del personal.

Su fama trascendió cuando se supo que llevaba seis años preso, pero sin condena, por un delito para el cual la ley prevé una pena ínfima. Tal vez su falta de pedigree lo privó de una defensa digna que hiciera valer su derecho animal, e incluso recusar al juez a causa de la injustificada demora. Pero Chiquito se murió una tarde, acuciado por cuestiones propias de la vejez.

jueves, 23 de julio de 2009

El Chihuahua de Taco Bell

Gidget la perrita que hizo campaña para una casa de comida en USA, murió a los 15 años

Tuvo tanto éxito que el único anuncio que iba a hacer se convirtieron en 3 años de campaña para la misma empresa

miércoles, 22 de julio de 2009

Llueven perros y gatos

Curiosidades de los siglos XV – XVI

Los tejados de las casas no tenían bajo techo, y en las vigas de madera se criaban animales, gatos perros, ratas y otros bichos.

Cuando llovía las goteras forzaban a los animales a bajar.

De esto nació la expresión llueven perros y gatos típica anglosajona.

miércoles, 8 de julio de 2009

Dia Nacional del Perro

2 de Junio - Día Nacional de Perro

El "Día del Perro" se instauró en homenaje al heroico "Chonino", un perro "policía", que perdió su vida en cumplimiento del deber y permitió el esclarecimiento de un caso policial...

En la noche lluviosa del 2 de junio de 1983, dos policías de la Federal, Jorge Ianni y Luis Silbert pidieron identificarse a unos sospechosos que merodeaban en la zona de la Av. General Paz y Lastra.

Como respuesta, los delincuentes dispararon sus armas y ambos agentes resultaron heridos. Pero no estaban solos. "Chonino", un ovejero alemán nacido en 1975, y adiestrado en la Policía Federal, se lanzó sobre uno de los malvivientes, y llegó a arrancarle el bolsillo de la campera.

Descansaba sin vida junto a su guía, que luego falleció en el hospital. "Chonino" murió en cumplimiento del deber. Los delincuentes fueron detenidos gracias a que en ese pedazo de tela quedaron atrapados los documentos de uno de ellos.

Actualmente los restos de Chonino descansan en el Círculo de la Policía Federal Argentina. Para recordarlo, en el interior del Predio de Policía Montada existe una estatua de bronce y, en su honor, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires le dio su nombre a un pasaje del barrio de Palermo. A Chonino se lo recuerda por su lealtad, valor y amor a su guía.

En homenaje a él se eligió el 2 de junio para honrar a todos los perros que nos dan un ejemplo de nobleza y valentía, virtudes dignas de imitar por los seres humanos.

Y recuerde: usted no es sólo el propietario de un perro en Navidad, los fines de semana, o por la tarde cuando tiene tiempo libre. Usted no es sólo el dueño del perro cuando se porta bien o cuando es un cachorrito adorable. Cuando lo lleva a su hogar el perro es suyo de por vida. Si no puede mantener ese compromiso no se comprometa. Y una vez que lo haya hecho cúmplalo. La vida de su perro depende de usted.

martes, 7 de julio de 2009

Mas beneficios

"Con un bastón en una mano y mi perro en la otra, puedo andar. Puedo de hecho caminar,". "Tener un perro de servicio libera el tiempo de los que te cuidan. Ahora te puedes mover."

Decía un dueño de un Gran Danés

Durante miles de años, las personas han confiado en los perros para cazar, como compañía, supervivencia y protección. Pero en el último siglo, las personas han solicitado a los perros para ayudar a aquellos que están lidiando con numerosas enfermedades. Los perros entrenados formalmente han guiado a los estadounidenses con ceguera por más de 70 años, y se les ha enseñado a alertar a la gente con problemas auditivos con sonidos como el timbre de la puerta o la alarma del reloj desde la década de 1960. Ahora, los perros ayudan a los que sufren mal de Alzheimer y Parkinson, y algunos son usados inclusive para detectar y prevenir ataques de apoplejía antes de que estos sucedan. Pero quizás el mejor regalo que estos animales pueden proporcionar a sus dueños, es una renovada independencia y la mejorada habilidad de vivir y trabajar en nuestro mundo moderno.

domingo, 17 de mayo de 2009

In English

Fragment of a mosaic floor that bears a witness to the high artistic standard of the mosaic craftsmanship in Alexandria, especially these made for the Ptolemaic royal court during the Hellenistic period. The central part is in the form of a circle, surrounding a rare representation of a dog beside an inverted bronze Greek vessel (askos). The details of the scene and the reflection of light on the metal (bronze) are rendered with great artistic skill. The dog’s features are crafted with realism and delicate details. This artistic style is called “opus vermiculum”.

The word mosaic is derived from Greek. It describes the decoration formed by placing together small pieces of glass, stone, and other objects of different colors on plaster or cement. The decorative motifs are geometrical, floral, animal and human figures. This art appeared in the Mediterranean region.

Dimensions: H 1.35m, W 1.35m Material: Coloured marble and limestone cubes Date: Hellenistic Period (2nd century B.C.) Province: Site of the New Library of Alexandria, 1993

martes, 12 de mayo de 2009

Monumento a perro

Lobi, un perro con monumento

 April 22nd, 2009 por  admin

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Lobi permaneció un año junto a la cama de su amo enfermo.

El dueño de Lobi falleció pero este perro fue fiel a su amo hasta el final ya que no faltaba a su cita diaria a la tumba de su dueño hasta que perdió la vida en un accidente.

Ahora el Ayuntamiento de Archidona (Málaga) homenajea la fidelidad de este animal  con una estatua a su recuerdo.

El autor encargado para “dar vida” a esta can llamado Lobi, posiblemente diminutivo cariñoso de lobo,  ha sido el artista Francisco Javier Galán, escultor y socio de Mester Artis y  ha sido posible gracias a  las gestiones de Antonio Quesada junto con el ayuntamiento de esta localidad malagueña.

Los trabajos para esta pieza  se prologaron durante dos semanas y fueron basados en la imagen de un podenco andaluz ya que no se conoce con exactitud la raza del perro aunque se presupone que bien pudiera ser un cruce con podenco , la pieza que se está fundiendo durante estos días tendrá 62 cms de altura.

Lobi será ubicado en la vía principal del pueblo.

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El día que Miguel García Muñoz murió, Lobi acompañó a su amo hasta el cementerio de Archidona junto con el resto de personas que fueron a despedirlo y se quedó junto a su tumba hasta que el sepulturero lo echó del lugar.

 

Al caer la noche volvía a su casa, donde la que había sido esposa de Miguel lo esperaba junto a sus cinco hijos. Al día siguiente, Lobi volvió a donde fue enterrado su amo, corría el 6 de mayo de 1949, y se quedó junto a la tumba hasta que volvió a ser expulsado del cementerio.

 

Lobi que había aprendido ya  el horario de apertura y cierre del cementerio, esperaba paciente  en la puerta a que abrieran para hacer su visita diaria.

 

Se cuenta que estas visitas se prolongaron durante tres meses hasta que en uno de aquellos desplazamientos Lobi fue atropellado por un coche en la esquina del Maestro Lara.

 

La estatua se inaugurará  en mayo próximo, coincidiendo con la tradicional Feria del Perro de Archidona

 

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lunes, 11 de mayo de 2009

Franz Marc

Un día de 1912, el pintor alemán, Franz Marc, su esposa y el perro salieron a dar un paseo por el pueblo de los Alpes babaros, Sindelsdorf. Se pararon a descansar y admirar la vista de un pintoresco lugar. Marc se dio cuenta de la intensa concentración con la que su perro Russi, miraba fijamente el paisaje. Se volvió a su esposa y dijo, “me gustaría saber de una vez lo que se le pasa por la cabeza al perro cuando se sienta ahí y contempla el paisaje” De vuelta a su estudio pintó “El Perro enfrente del Mundo”, una pintura que captura, quizá mejor que ningún otro trabajo de arte, el papel del perro como enlace entre el hombre y la naturaleza.
Otro alemán, Arthur Schopenhauer, escribió que, “el perro coloca al hombre en la misma relación que una copa de cristal a una de lata y esto ayuda mucho a que el perro gane nuestra simpatía, por proporcionarnos el gran placer de ver todas aquellas inclinaciones y emociones que nosotros tan a menudo ocultamos, mostradas de forma simple y abierta”. “Su comportamiento, continua Schopenhauer, se caracteriza por un sello de inocencia en contraste con la conducta del hombre que se ha apartado de la inocencia de la naturaleza con la entrada de la razón…” Para Schopenhauer y otros, el perro es el recuerdo de un inocente, idílico, pasado.
Perros y hombres han evolucionado juntos y quizá solo el perro ha permanecido incólume a esta evolución. A pesar de todos los lujosos collares, a veces, absurdamente mimado, estrafalarios estilos de peluquería, y, a menudo, la ridícula crianza a la que ha sido sometido, el perro ha permanecido cerca de la naturaleza. Esta cercanía es un constante y útil recordatorio para los humanos de que la civilización, quizás, no es todo.
Podemos admirar la utilidad del caballo, la belleza del gato o la inteligencia de la marsopa, pero es al perro que nosotros amamos: nuestro mas viejo y mejor amigo. Nuestro pariente mas cercano, el orangután, que es, de hecho casi nuestro igual física e intelectualmente, se le dignifica como siendo “casi humano”. Nuestro primo lejano, el perro, ha sido proclamado un humano honorario sin preguntar. Ningún otro animal se ha adueñado de esa forma del corazón de toda la familia.
Durante los miles de años en los que el hombre y el perro han sido socios, todo excepto la intensidad de nuestra amistad ha cambiado. Hubo una vez un tiempo cuando el hombre tenía una vida errante de cazador y recolector de frutas y raíces. Pero en el mundo post industrial el hombre es una criatura del asfalto que compra lo que necesita en vez de cazarlo. Sin embargo, nuestro viejo amigo cazador todavía permanece con nosotros. Algunas personas dirían que los perros no tienen vigencia en el mundo actual. Que ellos pueden ser peligrosos, sucios, inconvenientes y un intolerable lujo sin sentido para la vida en un planeta cada vez mas abarrotado y bastante enfermo como la tierra. Las autoridades municipales en Beijing prohibieron la propiedad privada de perros por razones como esta. Como respuesta inmediata se abrió un zoo en donde los residentes de la ciudad podían mirar varias razas detrás de barrotes y, pagando una pequeña cantidad, sacar los perros a dar un paseo terapéutico en un área cerrada. Habiendo inventado a nuestro mejor amigo parece muy improbable que lo vayamos a hacer desaparecer. Pero queda la posibilidad de que lo podemos cambiar.
La razón dictaría, por ejemplo, que la gente que vive en el centro de las ciudades demandara perros poco ladradores y pequeños, pero yo creo que la posibilidad de esto es pequeña y que la ceguera de amor nos hace comportarnos de otra forma. A menudo veo a una mujer paseando dos enormes Borzois, de forma inconveniente, por mi calle abajo en el centro de Londres. Sin embargo, nosotros podemos ver y terminar con la obsesiva crianza que implica que demasiados perros sean condenados a vivir con problemas médicos para satisfacer los arbitrarios requerimientos de algunos estándares. James Serpel, estudioso inglés del comportamiento animal, ha especulado que en el futuro criaremos perros mas por su comportamiento que por su aspecto. Pase lo que pase, muchos de nosotros todavía querremos compartir nuestras vidas con ellos: quizá todo se reduce al hecho de que sin perros el mundo sería un solitario lugar para el hombre.
Nosotros usamos los perros como reflejo de nuestras pasiones, miedos y caprichos. Les miramos y nos vemos a nosotros mismos. Amigables y agradables bestias, ellos son felices de ser nuestro espejo. También vemos alguna cosa que no entendemos cuando miramos a un perro. Jack London escribió, “ A veces, cuando le miraba a los ojos era como contemplar el alma humana; y lo que yo vi allí me asustó y nacieron toda clase de ideas en mi mente de reencarnación y demás. Creo que sentí algo grande en estos ojos de bruto; había un mensaje allí, pero yo no era suficiente grande para captarlo… No se lo que era, pero tuve un sentimiento de parentesco, no fue en sentido sentimental sino una sensación de igualdad”.
Extraído y traducido de: "The Dog´s Tale. A History of Man´s Best Friend". Loyd Grossman. BBC Books. UK, 1993

martes, 14 de abril de 2009

Historias de perros

BOBBY GREYFRIARS Esta historia tuvo lugar en Edimburgo (Escocia), ciudad de casas encantadas gimiendo en ruidos inquietantes, de fantasmas errantes transitando las tinieblas sin hallar asidero para el descanso, y, en la que aún colea el tétrico tiempo de los ladrones de cadáveres*.En la mitad del siglo XIX, cuando la pésima economía de Gran Bretaña ahogaba a Jonh Grey (Jock), un humilde jardinero, el dedo de la urgencia le mostró el camino del escape de la miseria. Y para darle un vuelco a sus penurias con su familia se estableció en la capital.Era mala época para la jardinería, por lo que Jock archivó el cuidado de las plantas y se decantó por el cuidado de los vecinos, haciéndose policía. Y, remando contra el viento, convirtiendo en elástica la paga, exprimió cada moneda hasta lograr que su familia pisara terrenos de estabilidad. Sin embargo, a la vida familiar le faltaba un elemento que completar su arraigo y alegrara la dureza de aquellos años. La palabra adopción se asiló en los corazones. A los pocos días un perrito hizo su entrada en la casa.

Era un skye terrier (raza canina originaria de la isla de Skye, de reconocida lealtad y carácter extrovertido). Lo llamaron Bobby. - - - - Y Bobby, tal vez pensando en aliviar la diaria lucha por el pan, devino en compañero inseparable de Jock; donde iba el hombre, cual una sombra peregrina elchucho lo seguía. La afinidad definió al dúo: uno sin el otro no podían vivir. Jornada tras jornada Bobby acompañó a John en su labor policial, participando de las patrullas como un agente más. La tierna amistad atrajo la simpatía de todos. Bobby obtuvo el reconocimiento de los otros policías, siendo querido y respetado cual un camarada integrado en el cuerpo. En 1860, un capitán de la Marina británica visitó Edimburgo, y la impresión positiva de ciudad culta, con bonitas edificaciones y suntuosas obras de arte, se enturbió por un detalle; la población usaba relojes y había relojes en los edificios públicos, pero todos marcaban una hora distinta. Un año después, y gracias a su mediación, la anomalía se subsanó. A fin de que todos pudieran ajustar el suyo, todos los días a las trece horas en punto, desde la explanada del Castillo de Edimburgo se disparaba una serie de cañonazos (costumbre que se mantiene hasta hoy).

El sargento Scott -gran amigo de John Grey, y que cumplía servicio en el castillo-, trabó una buena amistad con Bobby, y acostumbraba llevarse el perro a su lugar de trabajo. El can se ganó el cariño de los uniformados allí emplazados. El sargento Scottencargábase de los disparos del cañón de la señal horaria, Y Bobby, aprovechando el descanso de Jock, iba a diario a la colina a presenciar la salva de las trece horas. Ergo los cañonazos, y cuando su estómago requería el almuerzo, regresaba a la casa. . La amistad de Jock y Bobby fue de corto recorrido. En el interior del hombre residía un poderoso enemigo. Una endémica enfermedad que le afectaba los pulmones, y que en aquel tiempo su nombre producía espanto: ¡tuberculosis! El mal le provocaba dolorosos arrebatos de tos y le entorpecía la movilidad. Sólo Bobby era conocedor de tal desgracia. Cada vez que a Jock lo atacaba la tos, veía que el rostro se le transformaba, como si la falta de aire se lo pintara color rubí. El sufrimiento del amigo abrumaba al perrito, que, con mirada de comprensión y meneando la cola,pegábase a las piernas de Jock, a ocultar en los bajos del pantalón su infinita tristeza. No obstante, John Grey no conoció el rechazo social ni el ineludible despido del cuerpo, porque la muerte tuvo la deferencia de cortarle el padecimiento. ¡La tuberculosis lo convirtió en difunto el 15 de febrero de 1858! . Por expreso pedido de los compañeros de John, los deudos accedieron a enterrarlo exactamente a las trece horas. El sargento Scott, con el ánimo tiritando en un sollozo, disparó el cañón despidiendo al amigo. Fue el único homenaje que recibió John Grey en su concluyente partida. Lo enterraron en el pequeño cementerio cercano a la iglesia de Greyfriars(Iglesia Presbiteriana). .  Sin lógica que apuntalara el entendimiento, Bobby se ocultó entre las sepulturas y ahí se quedó. Las horas pasaron palpitando en la inmovilidad del sitio. Al oscurecer, con la dicha recluida en el recuerdo y el silencio fustigando su fragilidad, se echó sobre la tumba del amigo. El plomo del pesar lo abatía. Era invierno. El cielo soltaba lágrimas de nieve en la noche aterida, y esculpía la superficie con algodones congelados. El perrillo amoldó al suelo su insonora presencia, y su mirada recorrió las tinieblas como esperanza sin destino. El césped encharcado, las lápidas en pie, y la arboleda sobrecogedora, escoltaban su honda desolación. Se durmió. . James Brown, el anciano jardinero de la iglesia y también cuidador del cementerio, a la mañana siguiente halló al perro durmiendo arriba del sepulcro. La escena le cortó la respiración. Su vista cansada se anegó ante tamaña demostración de amor. Bobby abrió los ojos. La humedad agazapada en el aire convirtió su despertar en gélido desperezo. Sólo los latidos de su corazón musicando el recorrido de la sangre, componían la savia de su aliento. El viejo James, aunque perforado por la pena, obedeció las ordenanzas (por anuencia general hallábase prohibido el acceso de perros a la necrópolis) y lo espantó. Bobby permaneció rondando por las cercanías. Cuando se hizo la noche, regresó. Al despuntar de la subsecuente jornada, la figura del animalito acostado encima de la fosa, se estampó delante del sorprendido mirar del señor Brown. Día tras día se fue repitiendo la escena, derivando en una suerte de ritual; James Brown lo expulsaba y con la oscuridad Bobby volvía. Se acomodaba sobre el túmulo, y en el gélido regazo del ambiente se dormía. La baja temperatura lo castigaba con su inclemencia, pero él resistía el álgido ataque; entibiando la tumba y pidiéndole piedad al acoso invernal. Al alumbrar el otro día, James Brown se acongojaba delante del tembloroso ovillo de pelo acurrucado en la fosa, como si desafiando al frío le pasara su calor al cadáver del amigo. .  La familia de John Grey venía a por él. Incluso, el sargento Scott intentó adoptarlo. Pero todo cuajaba en intento inútil; el perrillo huía a la necrópolis y se instalaba en el amplexo de la sepultura. Asimismo hubo vecinos residentes en las proximidades, que por las noches lo llevaban a sus casas. Mas, el perrito se sentía preso y aullaba lastimosamente, hasta que le permitían volver al túmulo del inolvidable Jock. .En esos años difíciles, el pan giraba en torno a un solo trabajo de largas horas y corta paga. Sin embargo, el bueno de James Brown se jugó el puesto y dejó que Bobby se quedara. El admirable gesto del anciano afloró la sensibilidad de la gente, que arriesgándose a duras sanciones, premiaron la fidelidad del perrillo arrimándole comida y agua tibia. . Las autoridades del condado y los religiosos de la iglesia de Greyfriars, vencidos por la insistencia del perrito, también optaron por tolerar su presencia. A muchas personas les alegró tal decisión, pues Bobby era como el guardián de los muertos, dado que aún se temía la acción de los ladrones de cadáveres (tan aciagos en las primeras décadas del siglo XIX).

Bobby, más por falta de amigos que por hambre, después de oír los cañonazos de las trece horas, diariamente acudía al Café Traills (un lugar al que iba con Jock en los días felices), y el dueño del local le hacía servir el almuerzo. Su asistencia era tan esperada, que poseía plato propio.

Concluido el invierno, el frío emigró a otras latitudes llevándose su condena de grilletes helados. La primavera llegó. El sol ya escalaba las mañanas acercando ronroneos de caricias y revuelos de sonrisas. Todo había cambiado. La vitalidad de la luz destapaba existencias. Los colores lucían revividos, y en la cima de las piedras se acomodaban los reflejos. Los árboles eran campanas verdes, y los pajarillos aturdían desde la cumbre de los gajos. El verano se presento, y el sol, astro de fuego y alimento de la naturaleza, con su áureo rostro y diadema de oro, desde muy temprano ardía en el confín de lo desconocido. Durante el día Febo abrillantaba el mármol funerario, y luego del tinte vespertino, las noches navegaban en un insondable mar de estrellas. El desembarco del otoño teñía de dorado la arboleda, y de su ramaje goteaban hojas secas sobre la tierra callada, dejando tras su paso las copas despobladas y los nidos desamparados. Y otra vez la noche con sus alas ahumadas paseando de tumba en tumba, destejiendo siluetas, trepando el andamiaje de la quietud. Después, la entrada de un sol tímido le aclaraba el camino al nuevo día. El invierno volvió regalando glaciales manotazos, corriendo cementerio adentro, colocando su afilado soplo en el yerto ambiente. Con el amanecer, el sol saltaba desde el infinito trayendo auroras acunadas en lejanas lumbres. Así, estación tras estación, año tras año, y Bobby siempre ahí, acomodando su cuerpo en esférica postura, tal si buscara abrigo en la calidez de su propio pelo. .

En 1867, a raíz del aumento de perros abandonados, a veces portadores de rabia (mortal por entonces para los humanos), los gobernantes deEdimburgo endurecieron la normativa, decretando la obligatoriedad de matricular a todos los canes de la ciudad. Y los que no estuvieran registrados los ejecutarían de inmediato. La flamante exigencia complicó la vida de Bobby, pues, luego del fallecimiento de John Grey era un perro vagabundo. Todos lo amaban, pero nadie se había hecho cargo de él ni pagaba su licencia. Y ese status conducía a la muerte. ¡La parca le pisaba los talones y él no lo sabía! ¿Qué hacer? La fuerza del exterminio comenzaba a cercarlo. Sólo su instinto de conservación podía salvarlo. . El puño del trágico final no cayó sobre sus huesos, gracias a que la fortuna le arrimó una mano amiga; el Lord Provost de Edimburgosir WilliamChambers, al enterarse de la peligrosa situación pagó la licencia que lo amparaba bajo el manto legal. Le puso un collar con una placa en la que se leía: "Greyfriars Bobby from the Lord Provost, 1867-Licensed". Licencia que renovó cada año. . Bobby salió doblemente favorecido, ya que sir Chambers, apoyado en el amor de la gente hacia el perrito, venció la reticencia de los religiosos de la iglesia de Greyfriars, y ordenó construir una caseta junto a la tumba deJohn Grey, a fin de que el can se refugiara de las temperaturas más inclementes.

. El tiempo continuó enhebrando calores y fríos, brisas, vientos y nevadas, sin importarle la suerte del animalito que acompañaba al amigo ausente. . El rudo invierno de 1872, cuando el calendario marcaba el amanecer del 14 de enero, desde la tenebrosidad vino la muerte taladrando resistencias empañadas, y al desplomarse sobre Bobby, cubrió de inmovilidad su destino de arcilla. Los pequeños párpados se cerraron y la respiración claudicó ante la carga de la quietud. Sus ojos ya nunca más verían los navajazos del rayo, ni la arboleda devorada por la niebla, ni las lápidas estremecidas por el viento rabioso. ¡Bobby había muerto! La mano cruel de la parca se lo llevó mientras dormía. Las lágrimas, al inundar el despertar de Edimburgo, estrujó gargantas y destrozó corazones..- --------------------------------------------¡Bobby has died! ¡Bobby has died! -gritaban las voces enmudecidas.

El amado perrito ya era pasajero de un tiempo interminable. . Su adiós le puso colofón a catorce años de firme compañía. Catorce años consumidos con el fervor de la lealtad, sin ceder nunca a los llamados del bienestar de una casa, ni a las caricias de otra gente. Catorce años con una única imagen engarzada a su memoria; Joch, el amigo del alma. . El pueblo, por unánime consenso, resolvió que fuera enterrado en el cementerio de Greyfriars, a pocos pasos de la sepultura de John Grey.

La baronesa Angela Georgina Burdett-Coutts, para que la gesta del perrito no naufragara en el olvido, le pidió al artista William Brody una escultura de bronce. El 15 de noviembre de 1873 se inauguró el monumento casi a escondidas, ya que no hubo ninguna ceremonia. Lo emplazaron en la cuesta de Candlemakers.A escasa distancia de la entrada principal del cementerio, y enfrente del Café Traills (que todavía existe bajo el nombre de Bobby's Bar). .

El plato y el collar de Bobby se conservan en Hunt Hose Museum (un museo dedicado a la historia de Edimburgo). . De él se escribieron muchos libros. Se filmaron numerosas películas, y su vida traspasó fronteras, viajando de boca en boca, en revistas, sellos de correo y tarjetas postales. .

En la actualidad rivaliza en fama con el Castillo de Edimbrugo. Ningún turista que visite la ciudad deja de fotografiarse con la escultura de Greyfriars Bobby.

Pero quizás, la mayor recompensa está reflejada en un hecho; el pueblo británico a todos los policías los llama Bobby, en honor al inolvidable perrito.

No obstante, después de los 137 años transcurridos desde su desaparición, aún flota en la atmósfera de Edimburgo una pregunta: Bobby, ¿fue un mártir de la lealtad?

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lunes, 13 de abril de 2009

Bobby esta en Amor Animal

Aquí quedó Bobby, rodeado de amigos.

viernes, 6 de febrero de 2009

El perro de Giacometti

Quizás Alberto Giacometti, el magnífico artista suizo, haya estado en la India.

O quizás no.
Pero no cabe duda de que los perros de sus famosas esculturas guardan un parecido asombroso a los canes indios. Uno de estos perros se levanta al alba y recorre las calles del centro de Calcuta, donde cientos de personas, ancianos, jóvenes y niños, duermen en las aceras, en posiciones inverosímiles, cubiertas por viejas mantas. Un perro de ojos húmedos y legañosos, de piel apolillada y desteñida, que avanzan con dificultad, arrastrando una pierna, temblando por el esfuerzo. Un trémulo hilo con cuatro patas, un rabo oculto entre las piernas, y dos orejas tristes, vencidas, dobladas sobre sí mismas, como las alas de un sombrero mojado. Un esbozo de perro. Se detiene frente al área de comidas del New Market. Allí, los comerciantes, que abren las persianas de metal de sus tiendas, lo echan a patadas. Resignado, el perro de Giacometti camina entre el escaso tráfico. Taxis descascarados, que avanzan pesados como lanchas, y esos vehículos que sólo subsisten en Calcuta, los rickshaw. Un hombre en los huesos, descalzo, que tira de un carro de madera en el que viajan uno o dos pasajeros. Termina su periplo en un basural, entre ratas, cuervos y niños andrajosos que han madrugado para buscar algo de comer. Hunde el hocico en los desperdicios y levanta la cabeza. Se le ha quedado pegada una cáscara de banana. Observa a la nada con expresión cansada, ausente.