Se cuenta que cerca de Uxmal, en Yucatán, hay montículos que tienen vida. Uno de ellos se llama Mulitkak, donde está encerrado un “perro de cera”. Dicen que antes había muy pocos perros. La gente anhelaba poseer uno porque daba seguridad en los lugares que inspiraban temor. Hasta la calavera de un perro alejaba a los malignos. Mientras labraba su milpa cerca del cerro Mulitkak, un campesino de nombre X-Batlis Chan encontró un enjambre de abejas del que cogió la miel y con la cera hizo un perrito para que le acompañara. Un día, este milpero se cortó la mano y puso una gota de sangre en el hocico del animalito y vio que la tragaba. Desde entonces, todas las noches se hería la mano para darle de su sangre al can. El perro empezó a crecer y salir por las noches. También comenzó a ladrar. Todas las mañanas dejaba un venado a la puerta de la casa de su amo. Cuando creció más, el perro devoraba por su parte un venado todos los días. Al escasear los venados el perro comenzó a devorar a los milperos. Al observarlo X-Batlis Chan gritó a sus compañeros: “¡Huyamos o seremos aniquilados!” Salieron todos corriendo y el animal aullaba cerca de ellos diciendo: “Espérenme, ¿por qué corre X-Batlis Chan de su propia sangre? ¿No me la dio él noche tras noche?” En el camino hallaron a un viejo, a quien le dijeron: “¡Ay, papito!, corre con nosotros porque nos persigue el maligno”. Pero el anciano respondió a X-Batlis Chan: “Hijo del diablo, ¿por qué huyes de tu compañero, hijo del diablo también? Hoy eres responsable de la muerte de los que fueron devorados. Detente y mira cómo atrapo a este compañero del maligno”. El viejo se arrancó nueve pelos de su cabeza y con ellos formó un lazo, y lo puso como trampa. Apareció el perro de cera, metió su cabeza en la cuerda y quedó lazado. Por orden del anciano, X-Batlis Chan desató al can y lo llevó al cerro Mulitkak; allí quedaron aprisionados el perro de cera y X-Batlis Chan. Como muchas narraciones míticas, esta termina con una moraleja: “Ahora, como antes, el hombre debe cuidarse, porque puede ser devorado por su propia perversidad”. (En: Chilam Balam de Chumayel. Madrid, 2002). Casi 200 años de historia han sido olvidados por los compatriotas. El País, un diario de la “ibérica audacia”, transformada en la “Madre Patria” para centenares de miles de ecuatorianos que han elegido una mejor opción, ha condenado la “conducta confrontativa” de nuestros gobernantes que no han dudado en sacar el conflicto a las calles, para demoler, a fuerza de palos, lo que aún queda de las instituciones del Estado. Nuestra historia está llena de episodios violentos, que han terminado, como en el cuento ‘El perro de cera’, con la perversión aniquilada por su propia perversidad.