domingo, 22 de mayo de 2011

Moneco

Caino Vasconcellos, artista + Moneco, perro

Tener tres patas no le ha impedido a

Moneco que siga a su dueño a todas partes.

Se desplaza dando saltos con su pata delantera.

Va mucho más lento y se cansa más.

Por eso en la cafetería La Anunciada,

donde Caíno para, ya le tienen un recipiente con agua

con su nombre y una flor.

Mientras el artista se toma un café en la barra,

Moneco se refresca fuera y toma fuerzas para continuar el paseo

hasta la casa del barrio de O Burgo.

Ya se ha acostumbrado a subir la cuesta de Porta da Vila,

en el casco histórico.

Caíno aminora el paso para esperar a su fiel compañero.

Ahora le paran por la calle para preguntarle cómo se encuentra el animal. «Anda dando pena, pero él está bien»,

En la clínica veterinaria de Beade le dijeron que la pata no tenía solución. «No se cómo pudo aguantar todo ese dolor y el pobre no se quejaba de nada, sin quitar nunca la ternura de sus ojos», afirma.

Alumnos de Gondomar que se están acercando en las aulas a la obra del pintor baionés han ido a su casa para ver cómo está el perro. Si no fuera por el amor a los animales de Caíno, hace tiempo que Moneco hubiera muerto de pena.

De mendigo ha pasado a ser el rey de la casa de un artista en la que duerme en el sillón principal bajo un cuadro de la escuela veneciana del siglo XVII.

Claudio Vasconcellos lo encontró en el año 2003 en el barrio de La Anunciada medio muerto. Le empezó dando comida y cuando poco a poco el perro fue perdiendo el miedo, lo llevó para su casa, aunque dormía fuera, hasta que un día lo atropelló un coche y le hizo una caseta dentro de su jardín para cuidarlo después de que lo examinara el veterinario.

El animal se recuperó pronto y nunca más se volvió a separar de su nuevo dueño. La fotografía de Moneco se puede ver incluso en alguno de los catálogos de la obra de Caíno publicados con motivo de las exposiciones que realiza.

Ni con tres patas ha dejado Moneco de seguir, vaya donde vaya, a la persona que un buen día le sacó de la calle en la que vivía en un estado de completo abandono. Un ejemplo de fidelidad que sorprende a muchos vecinos de Baiona cuando ven pasar a Caíno seguido a pocos metros por su inseparable Moneco.

Ha despertado la curiosidad y el cariño de buena parte de Baiona.

Moneco, el perro fiel de Caíno
El perro tiene un cuenco en una cafetería para refrescarse cuando llega con su amo.
A.M.