Boneco de Lolo
Algunos animales han merecido a lo largo de la historia ocupar un sitial preponderante en el corazón de los hinchas, quizá (seguro) más que algunos jugadores. Existen algunos antecedentes de mascotas que han acompañado a los equipos de fútbol ya por los lejanos años del amateurismo, tal es el caso de “Can” el perrito del Club Atlético San Isidro, al cual le faltaba una patita pero indefectiblemente acompañaba en todas las fotos a los miembros del club que por aquel entonces practicaba fútbol. Otro caso es el de “Napoleón” el perro de Atlanta que en los entretiempos hacía maravillas con la pelota. Murió en un accidente callejero y su cuerpo, al igual que el de “Can” fue embalsamado y guardado en la sede de su club. Cuenta la leyenda que Juan Carlos Musladín Alumá era un indigente brasileño (croto al decir de aquella época) que subsistía a principios de la década de 1970 de la limosna y pernoctaba bajo los arcos del viaducto del ferrocarril Mitre en el bosque de Palermo. Sus problemas circulatorios lo llevaron a desarrollar úlceras en sus piernas, las cuales invariablemente se infectaban debido a las pésimas condiciones de higiene existentes. Su enfermedad se agravó y la herida se encontraba al borde de la gangrena. Casi abandonado a su suerte “Lolo”, tal el apodo que le daban los otros linyeras de la zona, perdía las esperanzas. Uno de los perros callejeros que andaban por allí se le arrimó y compartió el rancho durante unas noches. La simbiosis entre perro y humano se fortaleció y el perro raza callejero fue adoptado por el croto brasileño quien lo bautizó “Muñeco”, pero en su idioma natal, o sea “Boneco”. De manera inesperada, siguiendo algún instinto extraño, el perro comenzó a lamer las úlceras infectas de su nuevo amo. La tarea sistemática efectuada por el animal dio sus frutos y su lengua rasposa desbridó todo el tejido necrosado mejorando a tal punto que en poco tiempo las úlceras estuvieron cerradas. Lolo recuperó su movilidad y junto a Boneco comenzaron una nueva vida. El perro mostraba una innata habilidad para realizar suertes y piruetas bajo el mando de su amigo. Fue así que comenzaron a repetir esa rutina en lugares concurridos, en semáforos y en todo lugar que le reportara alguna moneda para la comida diaria. Pero su éxito fue tal que pronto estuvieron animando fiestas infantiles lo que le permitió a su amo salir de las calles y acceder a una vivienda digna. La relación con Independiente nace a través de las simpatías de Lolo por los rojos de Avellaneda y en ocasión de un entrenamiento realizado en los bosques de Palermo allá por el mes de febrero de 1974 y presenciado por la pareja, varios jugadores se arrimaron a ver las piruetas y aullidos que el perro ejecutaba cada vez que los jugadores pasaban cerca. El perro y su dueño posaron junto al plantel por primera vez juntos en ese entrenamiento. Fueron invitados a conocer el estadio y a los pocos días así lo hicieron, justo ese día había sesión fotográfica del plantel junto a las copas recientemente obtenidas y Boneco no faltó en ellas. Lolo no desperdició la oportunidad y lo ofreció como mascota de los rojos, lo cual fue aceptado, pero supeditado a que los éxitos lo acompañasen, si no sería indefectiblemente tildado de mufa y despedido. Así fue como, previa acreditación por parte de la AFA, Boneco de Lolo se convirtió en la mascota oficial de Independiente. Salió a la cancha junto al Chivo Pavoni por primera vez oficialmente con su acreditación en el partido ante Racing Club el 24 de marzo de 1974 en el cual derrotaron con baile infernal a la Academia por 4 a 1, mejor no podía haber sido el debut oficial de Boneco. Al principio portaba un banderín del Rojo en su boca. Más adelante llevó también el del rival de turno de Independiente y a partir de 1975, le agregó uno alusivo a la organización del Mundial de 1978 por parte de la Argentina. Lolo lo llevaba antes del inicio del partido delante de cada sector donde retribuía los aplausos levantando su pata. En su mantilla llevaba adosados varios escudos como el del Automóvil Club Argentino, Policía Federal, sección Perros y por supuesto el escudo de Independiente. Boneco no solo fue famoso en los campos de juego, sino también fue estrella de televisión: en la comedia que salía por Canal 13, Gorosito y Señora, protagonizada por Santiago Bal, Susana Brunetti, Eduardo Muñoz y Mabel Manzotti, Boneco (Bonecu, al decir de la Brunetti) se robaba la actuación. Nos rememora nuestro amigo Daniel Martínez, testigo presencial, que durante la disputa de la 6ª fecha del Metropolitano 1975 en un partido en cancha de Vélez Sarsfield, ganando el local por uno a cero y con los rojos en constante asedio, los auxiliares velezanos metieron un perro en el campo de juego para enfriar el partido. Nadie atinaba a sacarlo de la cancha, ni los árbitros, ni los jugadores locales ni los visitantes debido a su fiereza. Prestamente un auxiliar del banco de Independiente se dirigió al vestuario y regresó con Boneco quien raudamente enfiló hacia el perro intruso y ante la atónita mirada de la concurrencia, autoridades y jugadores sacó al perro tranquilamente al trote y moviendo la cola. Se reanudó el partido, Independiente dio vuelta el resultado y se retiró triunfador. Boneco prosiguió ingresando con el equipo hasta por lo menos el año 1978. El final de ambos fue muy triste pero reflejó una muestra de fidelidad muy emotiva, el canino no pudo superar la muerte de su amo y poco tiempo después falleció. Boneco tuvo un precursor allá por la década del ’40 llamado "Upa", era el perro del canchero, el recordado José Baena y se dedicaba a correr a los rapaces que se colaban en el campo de juego. Tenía la virtud de jamás haber mordido a ningún colado, simplemente los arreaba hasta el alambrado y los obligaba a salir. Upa fue solicitado por el Club San Lorenzo quien tasó su pase en 200 pesos de la época. Independiente rechazó el ofrecimiento declarándolo intransferible. Cierta vez corrió a un árbitro que estaba bombeando alevosamente a Independiente. Hoy en día vemos otros perros en la cancha pero no tan simpáticos y leales como éstos.